EEUU: Desastre de Nueva Orleans - La verdadera cara del

Spanish translation of The New Orleans Disaster: The Real Face of “Capitalism of the 21st Century” by John Peterson (September 2, 2005)
"He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aún dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad”.
(Carlos Marx y Federico Engels. El Manifiesto Comunista)

Hace casi cien años, V. I. Lenin explicó que bajo el capitalismo la vida para la gran mayoría de la humanidad es “horror sin fin”. Miseria, degradación, hambre, desdicha, ausencia de agua potable, electricidad y vivienda, por no hablar del acceso al trabajo, cuidado sanitario y educación, es el desgraciado destino para miles de millones de personas en este planeta. Hasta hace poco para la mayoría de los estadounidenses esta sombría realidad existía sólo en lugares “muy lejanos de los que sabían muy poco”, menos aún en las ciudades estadounidenses del interior donde las cámaras de televisión apenas llegan.
Literalmente, de la noche a la mañana, todo ha cambiado. Ahora, las imágenes de una devastación inimaginable y la angustia han llegado a las pantallas de nuestras televisiones, pero no proceden de Bangladesh o Sri Lanka, sino del hogar histórico de Mardi Gras y Bourbon Street: Nueva Orleans.
En la naturaleza y en la sociedad, aparentemente rutinarias, los incidentes insignificantes pueden desencadenar acontecimientos con consecuencias profundas y de largo alcance que escapa a todas las proporciones inimaginables. En una situación inestable, en un “sistema al borde del caos”, incluso la sacudida o el cambio más pequeño pueden desencadenar fuerzas tremendas que trastocan todo. En determinadas condiciones, un copo de nieve puede desencadenar una alud en la montaña, como dice el refrán es “la gota que colma el vaso”.
En la ciencia de la teoría del caos con frecuencia a esto se lo denomina dependencia sensible de las condiciones iniciales o “el efecto mariposa”. En determinadas condiciones, el aleteo normalmente insignificante generado por las alas de una mariposa puede en teoría desencadenar fuerzas muy poderosas, en otras palabras, esta pequeña cantidad de energía puede empujar al sistema “hacia el precipicio”. ¿Cuánto más una supertormenta de categoría 4 con vientos que superan las 100 millas por hora? El huracán Katrina, que al principio parecía “sólo otra tormenta”, demostrará ser esa cosa que empuja hasta “el borde del precipicio”.
Las implicaciones de la devastación del Katrina en este momento no se pueden cuantificar. Las elecciones del año 2000, los ataques del 11 de septiembre, el colapso de Enron, las guerras en Afganistán e Iraq, todo ha sacudido la conciencia de la clase obrera estadounidense. Las telarañas acumuladas durante décadas de relativo letargo e indiferencia hacia la política estadounidense y mundial de repente se han sacudido de una manera violenta. Millones de norteamericanos comienzan a abrir los ojos a las realidades del mundo, tomando un interés cada vez mayor en la política, tanto local como global.
Ahora Katrina, un desastre que no es económico, político, social ni militar tendrá enormes consecuencias políticas, económicas, sociales y militares. Esta fuerza de la naturaleza acaba de sacudir todo el decrépito sistema del capitalismo estadounidense. Puede que los huracanes sean “naturales”, pero la ausencia de un plan de prevención anticipado, un plan de evacuación y ayuda, convierten el desastre en algo totalmente humano. La responsabilidad de la calamidad recae sólo sobre el gobierno de George W. Bush y toda la clase a la que él representa. Incluso las personas que han muerto por el huracán Katrina y sus consecuencias pueden ser consideradas bajas directas de la guerra y la ocupación de Iraq.

¡El capitalismo significa guerra y miseria!

Desde la comodidad y la seguridad del Air Force One, el presidente estadounidense vio el daño y lo calificó como “histórico”. Sus palabras serán proféticas. Katrina será recordado como un punto de inflexión decisivo e histórico en la conciencia de la clase obrera norteamericana. Millones de norteamericanos están comenzando a relacionar la guerra de Iraq, la farsa de la “seguridad nacional”, los profundos recortes de los programas sociales, el aumento del desempleo, las reducciones de impuestos a los ricos y la inepta planificación ante una tormenta asesina que las autoridades sabían que tarde o temprano ocurriría.
Desde el 11 de septiembre hemos explicado que la guerra contra el terrorismo es una guerra contra la clase obrera tanto en casa como en el extranjero. Desde entonces nada lo ha demostrado más que el Katrina y sus consecuencias. Durante los últimos cuatro años hemos sufrido duros ataques contra nuestras condiciones de vida, condiciones laborales y derechos laborales, todo en busca de más beneficios para los ricos. Pero la ruina de Nueva Orleáns es la evidencia más gráfica posible de la naturaleza putrefacta de este sistema.
Cientos han muerto ya debido a la tormenta y se calcula que la cuenta final será mucho más larga, probablemente se contarán por miles los muertos. El jueves más de 2,3 millones de personas de Mississippi, Louisiana, Alabama y Florida estaban sin electricidad. La negligencia y el desvío de fondos hacia la guerra en Iraq han destruido la vida de cientos de miles de supervivientes que han perdido a sus seres queridos, sus casas y sus esperanzas. Aquellos que están desplazados tienen pocas opciones. Incluso el estadio Astrodome, situado en Houston, la capital petrolera de EEUU, está totalmente lleno con refugiados procedentes de Nueva Orleans. La frustración ante la ineficacia y la lentitud de las autoridades se está extendiendo.
¿Cuál es la reacción de la clase dominante? Los insensibles comentarios del portavoz de la Casa Blanca, Dennis Haster, lo resumen todo: “Ese lugar [Nueva Orleáns] se asemeja mucho a un lugar destruido por una pala mecánica”. Por su parte, el presidente Bush promete hacer un donativo a la Cruz Roja, ha propuesto a los dos anteriores presidentes, Bush padre y Bill Clinton, para que encabecen la recogida de fondos para la ayuda. ¿Recogida de fondos? Ellos pudieron encontrar miles de millones para la ocupación y subyugación de Iraq y ahora piden caridad para aliviar el sufrimiento de miles de personas en su casa. La sombría realidad de la vida bajo el sistema inhumano y despiadado del capitalismo es clara para todos.

“Restaurar el orden” y el paseo de los medios de comunicación

Rodeados por un auténtico lago de agua contaminada, de cadáveres humanos y de animales, cientos de miles de personas están sin casa, sin comida e incluso sin agua potable en medio de un clima cálido, húmedo en el que se pueden propagar fácilmente las enfermedades. La ayuda es aún más desastrosa que la propia tormenta, los muertos podrían aumentar rápidamente en los próximos días porque miles de personas languidecen en medio de la desesperación y la suciedad, abandonados a su destino por las mismas fuerzas que supuestamente están aquí para “servir y proteger” el bien público.
En lugar de buscar supervivientes o llevar comida y agua a los miles que continúan atrapados, la primera prioridad de las “fuerzas del orden” es proteger las tiendas como el GAP de los saqueadores. En Biloxi, Mississippi, el estado ha declarado la ley marcial para proteger a los casinos de los supervivientes. Es verdad que algunos se están aprovechando del caos para apoderarse de pantallas de plasma que nunca podrán utilizar, pero la gran mayoría de los “saqueadores” están “robando” bolsas de patatas fritas y botellas de zumo de las tiendas. Bajo el capitalismo el “respeto por la propiedad privada” debe prevalecer en cualquier momento.
Los medios de comunicación han jugado un papel pernicioso al intentar desviar la atención del colapso total de la infraestructura y la irresponsable intentona de ayuda. Se han centrado en las “bandas violentas de saqueadores” y han dado a su cobertura un tinte racista repulsivo para intentar encubrir el hecho de que se trata de una cuestión de clase. Como siempre, los pobres de todas las razas son los que están pagando el precio de la egoísta indiferencia de la clase rica que es dueña de este país.
Pero incluso estos mentirosos profesionales y apologistas a sueldo de los crímenes de la clase capitalista están profundamente afectados por los horrores que están presenciando. Sólo pueden criticar la ausencia de ayuda y planificación. Muchos periodistas dan sus informaciones al borde de las lágrimas, en medio de un entorno que sólo se puede comparar al de una zona de guerra.
Y es una zona de guerra: una guerra de clase librada por la clase capitalista estadounidense contra la clase obrera de su propio país. En una situación que recuerda a cuando los marines estadounidenses convirtieron Faluya en ruinas, la policía militar armada está vagando por algunas zonas. Se han enviado helicópteros militares, incluido un Cobra, para ayudar en las operaciones de rescate y, por supuesto, para restaurar el orden. Un oficial de la policía de Nueva Orleans, que debía imaginarse que se encontraba en Sadr City, dijo que se estaban encontrando “alguna resistencia”.
En determinado momento la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA) suspendió las operaciones de rescate porque era “demasiado peligroso”. A pesar de algunos incidentes de violencia, la mayoría de las personas se están ayudando entre sí para sobrevivir sin la necesidad de que intervenga la policía. Pero no tienen los helicópteros y lanchas necesarios para escapar de las islas de tierra seca que ocupan. Los autobuses y las ambulancias no pueden llegar a ellos. Y todavía los medios de comunicación continúan culpando a la “violencia” de la imperdonable lentitud e ineficacia de la ayuda.
Las capas más pobres de la sociedad de Nueva Orleans, los que no tienen recursos para huir de la ciudad por sí mismos, se amontonan en el inseguro Superdome de Louisiana sin comida, agua, camas ni personal médico. Unas 30.000 personas se encuentran en medio de una trampa mortal en potencia. Que el edificio no se haya derrumbado debido a los fuertes vientos del Katrina es cuestión de suerte. Ahora los medios de comunicación les culpan por no haberse ido a tiempo. Podríamos preguntar: ¿cómo se supone que iban a abandonar la ciudad si no tenían dinero ni transporte para salir de ella? Aunque entre los pobres hay de todos los colores y tamaños, en Nueva Orleans la mayoría de ellos son afroamericanos. Según el censo de 2000, el ingreso per cápita de los blancos en Nueva Orleáns es de 31.791 dólares, frente a los 11.332 dólares de los negros. Una vez más, son aquellos que se encuentran en el estrato más bajo de la sociedad los que sufren la mayoría de los crímenes del capitalismo.

Desaparecido en acción en Iraq

La Guardia Nacional se formó originalmente para sofocar el malestar civil y sigue siendo su principal función. Pero de vez en cuando se recurre a ella para ayudar en los desastres. ¿Dónde está ahora? Miles de miembros de la Guardia Nacional de la zona del Golfo de México se encuentran en Iraq, observando impotentes como sus familias y amigos luchan por la supervivencia en EEUU, mientras ellos luchan por permanecer vivos en las calles y carreteras de Iraq. Están a miles de kilómetros de distancia, asesinando y muriendo en una guerra totalmente impopular, cuando podrían estar en casa ayudando a encontrar supervivientes. Quizás podrían haberlos evacuados antes de que fuera demasiado tarde.
Al principio de las operaciones de rescate sólo había disponibles 7 helicópteros, el resto están principalmente en Iraq. También resulta irónico que el estado que ha sufrido mayor número de bajas en Iraq sea el de Mississippi, uno de los estados más afectados por la catástrofe.
G. W. Bush y compañía están intentando que no se hagan conexiones básicas entre la guerra de Iraq y la desastrosa respuesta al Katrina. Pero millones de estadounidenses, incluidos muchos soldados, ya están relacionando las dos cuestiones y pronto exigirán respuestas.

“¿Esto tiene que ocurrir?”

Esta es la pregunta que se están haciendo millones de personas en EEUU y en el resto del mundo. La respuesta es sencilla: “No”. El papel del capitalismo en la aceleración del calentamiento mundial ha llevado a un cambio brusco de los patrones climáticos. La ingenuidad humana todavía no sabe como detener los huracanes. Pero el coste de vidas y los daños no tienen porque ser tan malos. Si se hubieran hechos planes de evacuación para garantizar que todos los habitantes de la zona de Nueva Orleáns estuvieran a salvo antes de la tormenta, las pérdidas de vida habrían sido mínimas. Un gobierno que puede mover rápidamente a miles de soldados y millones de toneladas de equipamiento para una guerra en la otra parte del globo ciertamente podría haberlos evacuado si hubiera querido.
Ya se sabe que el alcance de este desastre se podría haber evitado con una fracción del dinero que será necesario para el rescate y la reconstrucción posterior. Los cálculos iniciales hechos por las aseguradoras cifran los daños en 30.000 millones de dólares, y eso es sólo lo que ellas tendrán que pagar. Miles de millones más son propiedades no aseguradas que no se podrán reparar.
Mucho antes de la llegada del Katrina se podía haber evitado una debacle de esta magnitud. Para empezar, los diques que rodean la ciudad de Nueva Orleans, que se encuentra situada en una depresión entre el río Mississippi y el Lago Pontchartrain, se podían haber reforzado. Hay que recordar que si fuera por la Madre Naturaleza un país como Holanda ya no existiría. Sin embargo, se ha gastado tiempo y dinero en reforzar los diques tradicionales que pueden resistir una inundación que puede ocurrir casi cada 10.000 años. Los diques que rodean Nueva Orleáns ni siquiera podían resistir una que se produce cada 100 años.
Las autoridades de Louisiana sabían desde hace décadas que esta tormenta llegaría inevitablemente, también sospechaban que las actuales defensas no eran las adecuadas para detener este tipo de tormenta. El 23 de junio de 2002 el periódico New Orleans Times-Picayune decía lo siguiente:
“La última línea defensiva de Nueva Orleans contra las inundaciones y huracanes es un sistema de 475 millas de largo formado por diques, compuertas, muros y puertas que miden unos 16 pies de alto. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército dice que el sistema protegerá la ciudad y los alrededores de un huracán de fuerza 3 que no eleve el nivel del agua en el Lago Pontchartrain más allá de 11,5 pies por encima del nivel del mar.
Ese margen de error es crítico porque una tormenta que empuje el lago a un nivel superior puede hacer que el agua supere los diques e inunde la ciudad. El agua puede rápidamente superar los 20 pies o más. Las personas se ahogarían probablemente en gran número”. Pero el Katrina superó incluso las peores predicciones del Cuerpo de Ingenieros.
¿Por qué no se gastó más dinero en mejoras obvias? La realidad es que el dinero se desvió para otro propósito y no para reforzar los diques. Es decir, que el dinero fue directamente a la “seguridad interior” y la guerra de Iraq. Como decía el Times-Picayune, el dique de la Calle 17 que se rompió el lunes por la noche no se reparó hace unos pocos meses porque no había dos millones de dólares. Los funcionarios de la ciudad y el Cuerpo de Ingenieros habían pedido en numerosas ocasiones ayuda adicional para reforzar los diques. Estas peticiones no sólo fueron rechazadas sino que la administración Bush redujo este año el dinero destinado al Cuerpo de Ingenieros en 71,2 millones de dólares, una reducción del 44,2 por ciento desde 2001.
En palabras de Walter Maestri, el jefe del servicio de emergencia de Jefferson Parish, Louisiana: “Parece que el dinero en el presupuesto del presidente se ha ido a la seguridad interior y la guerra de Iraq, supongo que eso tendrá un precio... Nadie aquí estaba contento con la situación de los diques y hemos hecho todo lo posible para que entendieran que para nosotros era una cuestión de seguridad”. (Citado por el Times-Picayune en junio de 2004).
Según el Cuerpo de Ingenieros: “Los principales proyectos de protección para huracanes e inundaciones no serán concedidos a empresas de ingeniería locales... También el estudio determinaba formas de proteger la región para un huracán de categoría 5 y que hasta ahora se han obviado”. (Iblíd.,).
Esta es una condena contundente de un sistema que pone a la guerra y el beneficio antes que las necesidades humanas. Este es el resultado final de gastar miles de millones de dólares en “seguridad interior”. Ese terrorista reaccionario llamado Osama bin Laden no podía haber concebido un ataque más devastador, incluso con el elemento sorpresa, incluso cuando un huracán de categoría 4 o 5 era algo que se sabía que ocurriría desde hace años. La histeria patriótica que siguió al 11-S desapareció hace mucho tiempo, ahora millones de estadounidenses quieren saber, ¿cómo pudo ocurrir esto? La realidad es evidente: la clase capitalista y sus representantes en el gobierno simplemente no pueden garantizarnos ni el nivel de seguridad más básico.
Mucho se habla de Cuba, donde la economía nacionalizada y planificada permite a este país empobrecido hacer lo que no ha podido hacer la nación más rica del mundo: poner a las personas antes que el beneficio, evacuar rápida y eficazmente a todos aquellos que se encuentran en el camino de los huracanes cuando llega la estación. O qué decir de Venezuela, que aunque se encuentra bajo la intensa amenaza del imperialismo estadounidense inmediatamente ofreció una ayuda de un millón de dólares, que el gobierno cínicamente rechazó porque no “la había solicitado” y por lo tanto era “contraproducente”.

El efecto en la economía

No debemos subestimar los efectos de largo alcance que el Katrina tendrá en la economía estadounidense y mundial. El petróleo es el combustible del mundo moderno y el efecto de la devastación del Golfo de México ya ha provocado una subida de los precios. Hace un par de años, cuando el barril de petróleo estaba a 30 dólares, explicamos que debido a la inestabilidad geopolítica, el petróleo podría ponerse a 100 dólares o más. En aquel momento podía parecer una exageración. Ahora el barril está en los 70 dólares y no será la última subida.
Incluso antes de la tormenta teníamos el combustible a 3 dólares el galón. Ahora, según muchos comentaristas, la economía ha sufrido un duro revés. Nueva Orleans es el principal puerto de entrada para los suministros de petróleo que llegan a EEUU y la costa del Golfo de México es la mayor zona interna de extracción de petróleo. Es la principal zona de refinado. Lo peor para la región será el Midwest, porque allí se refina casi el 100 por ciento del petróleo que se descarga en el Mississippi.
Como era de esperar, frente a esta tragedia humana los comerciantes de Wall Street se han aprovechado de los temores en el futuro, apostando frente a una rápida recuperación de la capacidad de refinado de petróleo. La especulación es una gran parte de esto, pero también hay razones de infraestructura para el rápido aumento del precio del oro negro. Los temores se acumulan ante la inactividad de las refinerías durante posiblemente los próximos meses, los inventarios caen rápidamente y se ha impuesto el racionamiento. La respuesta de Bush ha sido eliminar temporalmente las normas medioambientales que deben cumplir las refinerías y plantas energéticas, en un supuesto esfuerzo para aumentar los suministros de combustible.
Los elevados precios del combustible ya están agotando el consumo y la débil recuperación económica. Con estos nuevos precios la economía rápidamente se deteriorará. En futuros artículos analizaremos los efectos económicos del Katrina.

“¿Socialismo o barbarie?”
Acabar con el capitalismo antes de que él acabe con la humanidad

Las imágenes de televisión son impactantes: niños y ancianos muriendo de deshidratación, abandonados al merced del calor y la humedad. Multitudes de personas que llevan días sin comer gritando: “¡Queremos ayuda! ¡Queremos ayuda!” Voces que preguntan: “¿Nos van a dejar morir aquí?” Las enfurecidas y enfadadas multitudes estaban despertando a la cruda realidad, serán conscientes de que sólo pueden basarse en ellas mismas para conseguir ayuda. Y mientras la mayoría de la población trabaja conjuntamente para hacer lo mejor en una situación desesperada, otros tienen literalmente que luchar por la supervivencia. Luchar por el sustento básico y el agua. Una mujer decía haber visto a personas como perros rabiosos con palos en una ciudad que antes era maravillosa. Estos frenéticos esfuerzos por sobrevivir nos recuerdan a películas como Mad Max o Water World. Estos películas apocalípticas presentan un futuro negro al futuro de la humanidad si no sustituimos el decrépito sistema capitalista.
Después del 11 de septiembre Bush fue capaz de manipular a la población estadounidense para que se centrara en un enemigo externo, manipulándola para que apoyara el proyecto de los Neoconservadores de un Nuevo Siglo Americano. Ahora, después de que pase la conmoción inicial producida por la devastación, la rabia se dirigirá directamente hacia el gobierno y el sistema que defiende. Igual que los débiles diques que rodean Nueva Orleans, las mentiras superficiales de la clase dominante más poderosa del mundo no podrán mantenerse. Han demostrado su incapacidad para proporcionar ni siquiera las condiciones de vida básicas a la población de la que extraen sus beneficios procedentes de su duro trabajo. Todas las excusas sobre que el Katrina era un “acto de Dios inevitable” se convertirán en basura. Repetimos: toda la responsabilidad de la destrucción y pérdidas de vida reside en la clase capitalista que domina nuestro mundo. Sus recortes e indiferencia por las consecuencias a largo plazo de su inactividad es que lo que condena a miles de personas a la muerte y el sufrimiento inhumano. Ahora deben pagar las consecuencias.
Aquellos que lamentan que “nada cambia, que siempre será lo mismo, que capitalismo siempre existirá”, les señalamos a lo ocurrido en Nueva Orleans, una ciudad que antes albergaba a más de medio millón de personas. De un día a otro, la famosa ciudad de Cajun y la comida criolla, el lugar de nacimiento del Jazz, ha quedado reducida a un lago contaminado abandonado y en ruinas. Nada dura para siempre, el capitalismo no ha existido siempre y tampoco existirá siempre. ¿Pero que lo sustituirá? ¿El apocalíptico “horror sin fin” que estamos viendo en la televisión o el socialismo, un sistema basado en la necesidad humana?
Hegel explicó que en la historia a veces la necesidad se expresa a través del accidente. La violencia destructora del Katrina es ese accidente. Una tormenta aparentemente “rutinaria”, como otros muchos huracanes que han afectado al Caribe y el Golfo de México en los últimos años, ha desatado unas fuerzas que continuarán resonando durante años. Las condiciones determinan la conciencia, en condiciones como estas la conciencia puede cambiar de la noche a la mañana. Esto es sólo el principio, Katrina puede marcar el principio de una crisis profunda de confianza en el gobierno estadounidenses y en el sistema capitalista en su conjunto.
Con frecuencia discutimos cómo será el “socialismo del siglo XXI”. El terrible destino de Nueva Orleans es un despertar brutal para millones de estadounidenses: ese es el capitalismo del siglo XXI. Nunca ha quedado tan en evidencia el desprecio de la clase dominante hacia las necesidades humanas. Ahora más que nunca debemos acabar con este sistema brutal y decadente. Sólo el derrocamiento final de este sistema del beneficio corrupto puede sentar las bases para un verdadero florecimiento de la sociedad. Otro mundo es posible. ¡Unámonos en la lucha por un mundo mejor!