Venezuela: INVETEX, la cenicienta de la cogestión

Varios trabajadores de Inveval y camaradas de la Corriente Marxista Revolucionaria visitaron recientemente a los trabajadores de Invetex. En este artículo, el camarada Pablo Cormenzana relata el encuentro y hace un balance sobre la situación de esta empresa textilera del estado Cojedes que en teoría debería ser recuperada mediante un acuerdo de cogestion entre el Estado, el empresario y los trabajadores.

Los trabajadores de Inveval visitan Invetex. Reporte del viaje y balance de la situación de Invetex

Varios trabajadores de Inveval y camaradas de la Corriente Marxista Revolucionaria visitaron recientemente a los trabajadores de Invetex. En este artículo, el camarada Pablo Cormenzana relata el encuentro y hace un balance sobre la situación de esta empresa textilera del estado Cojedes que en teoría debería ser recuperada mediante un acuerdo de cogestion entre el Estado, el empresario y los trabajadores. La realidad que están viviendo en este momento los trabajadores de Invetex,sin embargo, es bien diferente.



1) Viaje a Tinaquillo

Nunca antes habíamos estado en Tinaquillo y sólo habíamos oído hablar de él indirectamente, como un pueblo ubicado entre Valencia y San Carlos donde existen una serie de plantas industriales, por eso no dudamos en aceptar la invitación que nos hicieran los trabajadores de INVETEX, flamante empresa cogestionaria del ramo de la industria textil, para que los visitáramos porque nos daba la posibilidad de conocer el lugar y, sobre todo, la experiencia que estaban teniendo aquellos trabajadores con la política cogestionaria que adelanta el gobierno. Como decíamos antes, Tinaquillo es un pueblo del Estado Cojedes ubicado a unos doscientos kilómetros de Caracas, en la vía que va desde Valencia a San Carlos, la capital del Estado. Cuando uno llega se encuentra con un típico pueblo llanero, con dos calles principales que lo atraviesan a lo largo, cada una en un sentido y múltiples calles transversales. Lo primero que llama la atención a quienes vienen del infierno de carros de las grandes ciudades, son las muchas bicicletas que se ven rodando por todas partes, lo cual tiene su explicación en la topografía plana del lugar; como hiciera la observación uno de los compañeros de INVEVAL que nos acompañaba: esto es imposible de ver en un lugar tan accidentado como Los Teques. Hace calor, y cuando llueve, como nos ocurrió a nosotros, esto se nota más. Llegamos al mediodía, en el pueblo nos estaba esperando uno de los compañeros de la textilera para guiarnos hasta la fábrica, ubicada en el cordón industrial que rodea al pueblo. El complejo físico que conforma la industria es amplio y está compuesto por varias edificaciones de concreto donde se distribuyen las maquinarias que en alguna época realizaban todos los distintos procesos que llevan a un copo de algodón a transformarse en una tela de blue jeans. El conjunto no puede ocultar el paso del tiempo ni el abandono en que se encontraba hasta su actual ocupación parcial por parte de los trabajadores, a pesar del esfuerzo que hacen estos últimos por rescatarlo.

En la entrada algunos trabajadores hacen la vigilancia, nos verifican nombres y cédulas y luego nos dejan pasar. Una vez adentro, el grupo nuestro constituido por varios trabajadores de INVEVAL y mi persona es recibido calurosa y fraternalmente por un numeroso grupo de obreros de INVETEX. En aquellos rostros humildes que se asomaban por todas partes para saludarnos se podía ver la sinceridad con que nos daban la bienvenida. Nos sentimos muy bien, como en casa, entre los compañeros de INVETEX, y siempre se los agradeceremos. Después de un almuerzo sencillo pero sabroso, un grupo de ellos nos guiaron a una visita por todas las instalaciones. Allí pudimos observar con nuestros propios ojos y oír con nuestros propios oídos de boca de una de las partes interesadas, la que hasta ahora no se había expresado o no la habían dejado expresar, la realidad de lo que se escondía en el interior de aquellos inmensos edificios. El proceso de la transformación del algodón en tela pasa por varias etapas, según nos explicaban nuestros anfitriones, en la primera de ella las hebras del algodón se peinan y se colocan en forma paralela para facilitar el siguiente paso donde se fabrica el hilo de algodón. La maquinaria que realiza este trabajo se encuentra actualmente, además de obsoleta, en estado de chatarra. Muchas han sido canibalizadas por el propio empresario quien les ha quitado motores y otras piezas para reutilizarlos en las otras fábricas que posee. Esa es parte de la maquinaria que los señores Mishkin están poniendo como participación en la reactivación de la empresa y por la cual pretenden un precio sobrevalorado. Luego recorrimos lo que es la segunda fase del proceso donde el hilo se teje para convertirse en tela. Como siempre ha sido una práctica habitual de los empresarios privados, todo este proceso de fabricación se dividía en diversas empresas (Hilanderías Tinaquillo, Industrias El Paso y Corporación MG Textiles) que en apariencia y legalmente se veían como entes individualizados pero que en la realidad sólo constituían partes de un mismo todo, es decir, muchas empresas pero un solo dueño. La explicación de esto hay que buscarla en la evasión de impuestos, práctica corriente en tiempos de la IV República. Los equipos que se hallan en las instalaciones de Industrias El Paso, donde se fabrican las telas, son los que están en mejores condiciones y pudieran entrar en producción inmediatamente. En la conversación que íbamos teniendo con nuestros guías éstos nos explicaban que ellos habían propuesto comprar hilo y comenzar la producción de tela de una vez y luego ir reactivando poco a poco la primera parte del proceso. Esta posición inteligente surgida de la propia experiencia de los trabajadores se ha encontrado con la oposición del empresario que prefiere invertir el dinero que le va a dar el Estado en comprar maquinaria nueva para reemplazar la chatarra que está poniendo en la sociedad.

Finalizado el recorrido, los trabajadores de INVETEX querían oír lo que tenían que decirles sus compañeros de INVEVAL. En el hall de entrada, en torno al “Balcón del Pueblo”, como han bautizado al descanso de la escalera que lleva a la planta alta y desde donde se dirigen al grupo de trabajadores quienes les hablan, se fueron congregando entre ochenta y cien personas que oyeron con gran atención el relato de las experiencias de la lucha en INVEVAL en las voces de los camaradas Jorge Paredes, Antonio Betancourt y Edgar Granadillo. Luego vinieron las preguntas y por un buen rato se entabló un diálogo franco entre trabajadores donde se disiparon algunas dudas y surgieron otras. Cuando concluyó, los presentes comenzaron a dispersarse poco a poco. Algunos se nos acercaban a despejar alguna duda sobre lo que se había hablado pero pronto el lugar quedó desierto salvo por los ocho compañeros que forman parte de la directiva del colectivo de trabajadores de INVETEX. Nos reunimos con ellos en privado y allí terminamos de enterarnos de la real situación de la empresa cogestionaria. He aquí algunos datos: la última vez que estuvieron por allí los empresarios fue en mayo del presente año con ocasión de la visita del presidente Chávez al lugar, casi lo mismo se puede decir de los funcionarios del gobierno o de los representantes de los sindicatos, aquellos casi trescientos hombres y mujeres que hacen vida allí, aguardando pacientemente día a día por el reinicio de las actividades, y que salvo por los cursos de formación socio-política, el almuerzo y la beca-trabajo, se hallan solos y abandonados a su suerte, ni siquiera han podido registrar su cooperativa, mucho menos tienen idea de cómo serán los estatutos de la nueva empresa cogestionaria. Casi dos horas más permanecimos con ellos. Cuando emprendimos el viaje de regreso nos despidieron con el mismo afecto y camaradería con el que nos habían recibido. Luego partimos.

En medio de la oscuridad de la noche y del silencio interrumpido por el sonido monótono del motor y del hablar casi constante del maracucho Granadillo, a uno le llegan como en una película las imágenes y las voces de la jornada. Imposible dejar de recordar y de pensar, como cuando les preguntamos cómo iba a quedar la distribución accionaria de la empresa, y con gran ingenuidad, nos informaron que “ahorita el 49% pertenecía a los empresarios y el otro 51% al Estado”, y ante nuestra obligada pregunta ¿y dónde quedan los trabajadores en este reparto?, surgió la respuesta más ingenua aún: “los funcionarios del gobierno nos prometieron que dentro de tres o cuatro años nos van a comenzar a traspasar a nosotros las acciones del Estado”. Uno traga grueso e inevitablemente le viene a la cabeza un pensamiento sombrío: para entonces el empresario ya se habrá ido con la cabuya en la pata, más cuando él mismo le ha confesado a los trabajadores, en un arrebato de sinceridad, que sólo estaba allí por el dinero que podía sacar de ese negocio. Uno de los grandes dilemas existenciales de los reformistas surge de no hacerle caso a aquel viejo refrán popular que uno oía desde niño: “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Los reformistas, como aquellos viejos curas de pueblo, se la pasan prometiendo el cielo y el paraíso para después de la muerte, para algún día incierto en un futuro aún más incierto, y repiten convencidos y cagados: “no podemos, hay que resignarse, nosotros no lo veremos, pero no se preocupen que nuestros hijos o nietos o bisnietos o quién sabe qué generación, ellos sí terminarán la tarea y construirán una sociedad más justa, más humana”. Mientras tanto, los trabajadores de INVETEX deben resignarse a continuar siendo explotados por un empresario parásito que ya quebró la empresa una vez y que ahora, como premio a su ineptitud, el Estado le va a aportar 16 millardos para reactivarle la empresa. Pero no debemos ser tan negativos, dirán los reformistas, por lo menos los trabajadores que estaban desempleados ahora tienen un empleo, y, con el favor de Dios, el empresario se va a dar cuenta que las cosas están cambiando y, quizás, hasta se vuelva bueno y decida compartir su ganancia con los trabajadores y los más pobres, y entonces le habremos demostrado al necio de Alan Woods que los tigres sí pueden aprender a comer lechuga, y ... colorín colorado este cuento se ha acabado y todos fueron felices y comieron perdices. El gran peligro de este bello cuento de hadas es que antes de alcanzar el final feliz, lo más probable, es que el tigre de la reacción se haya comido a los reformistas de buen corazón, y los trabajadores, en medio de una despiadada represión, deban comenzar una vez más a recorrer el largo camino de su liberación partiendo de las ruinas de la revolución derrotada. Allá en Tinaquillo, en las instalaciones de INVETEX, se les enseña a los trabajadores, en los cursos de formación socio-política, que cogestión significa participación en la gestión de la empresa, ahora, nosotros nos preguntamos: ¿eso es así en INVETEX?, porque el empresario tiene el 49% de la participación, el Estado el 51%, ¿y los trabajadores?, ellos no tienen participación pero como siempre son los que ponen el trabajo para que la industria produzca. Eso popularmente hablando se llama cogestión chimba o de mentirita, sin embargo, se trata de presentar a INVETEX como un ejemplo de cogestión obrera junto a INVEPAL e INVEVAL. Definitivamente el camino de los trabajadores de INVETEX es más espinoso y difícil que el de sus compañeros de las otras dos empresas cogestionadas, pues, además de tener que lidiar con los funcionarios burócratas, también deben hacerlo con los empresarios chupasangre. Abandonados por todos, instintivamente buscaron la ayuda de sus hermanos de clase, y éstos no les fallaron, estuvieron allí, solidarios, compartiendo su experiencia y brindando su apoyo. Como bien decía Trotsky: “la emancipación de los trabajadores sólo puede ser obra de los trabajadores mismos”. A medida que nos alejábamos de Tinaquillo crecía en nosotros la sensación que los trabajadores de INVETEX habían comenzado a comprenderlo.


2) Una reflexión necesaria


Varios puntos llaman la atención de la anterior visita a los trabajadores de INVETEX. Los mismos pudiéramos reunirlos en dos grandes bloques: 1) La actual situación de los trabajadores y el por qué de ello, y 2) Qué deberían hacer estos trabajadores ante el panorama que tienen por delante.

Con respecto al primer punto, es obvio que los trabajadores con los que nos encontramos en Tinaquillo se hallan desamparados, tanto por los funcionarios del gobierno como por cualquier instancia sindical, ello, como decíamos en la primera parte, más allá de los cursos y de la beca salario que están recibiendo. Esto no sólo se puede apreciar a simple vista por el visitante, sino que son los propios trabajadores quienes los manifiestan con amargura. No tienen accesoria legal ni de ningún otro tipo y, peor aún, no son tomados en cuenta a la hora de las negociaciones para la conformación de la nueva empresa, como si la cosa no fuera con ellos. En algún caso plantearon haber ido con gran dificultad a Caracas buscando entrevistarse con un funcionario que luego de haberlos hecho esperar todo el día, ni siquiera tuvo la buena educación de atenderlos. La sensación que da esta situación nos trae a la memoria a Marx cuando decía aquello de “materia prima para la explotación”, ese es precisamente el destino que parece esperarles a estos trabajadores si su actual papel en INVETEX no es revertido radicalmente. No creemos que esto se deba a un plan preconcebido en la mente perversa de algún burócrata, aunque a más de uno no le desagrade la idea, o a una determinada política diseñada de antemano. La misma situación se ha presentado con algunas variantes tanto en INVEPAL como en INVEVAL y la explicación parecería encontrarse, más bien, en la desidia e ineptitud de los funcionarios medios encargados de prestarles el apoyo a los trabajadores, que no terminan de entender, o no les interesa, la importancia que tiene el proceso de cogestión para la revolución. Por otra parte, estamos seguros de la falta de conocimiento de esta situación por parte del presidente Chávez, tal como se desprende del hecho de haber anunciado la pronta fabricación de un determinado producto en INVETEX y su posterior puesta en venta en Mercal, lo cual es absolutamente imposible en este momento.

Ante la anterior situación, ¿qué deberían hacer los trabajadores de INVETEX? Pensamos, y esto lo discutimos con ellos, que en un primer momento lo principal es terminar de conformar legalmente la cooperativa para dotarlos de un marco legal básico, que hoy no tienen, además de ser la condición que les están poniendo para poder formar parte de la empresa. Sin embargo, esto no es suficiente. Como decíamos en la primera parte, la situación de los trabajadores de INVETEX es más precaria que la de sus compañeros de INVEPAL e INVEVAL, la de ellos es una falsa cogestión o, para decirlo más elegantemente, una cogestión a futuro (cuando algún día el Estado le traspase sus acciones a los trabajadores) ya que en la actualidad no tienen ningún tipo de participación accionaria en la empresa y, por lo tanto, en la toma de decisiones. En INVETEX estamos ante una novedosa cogestión entre empresario y Estado. Si a esto le sumamos el hecho de la heterogeneidad del grupo de trabajadores: unos son antiguos obreros de la fábrica que fueron despedidos cuando el cierre de la misma hace más de seis años, otros provienen de otras fábricas y unos cuantos de la Misión Vuelvan Caras, es decir, ninguno de ellos siente a la empresa con la misma intensidad de los trabajadores de INVEPAL o de INVEVAL que eran obreros de sus respectivas empresas, Venepal y CNV, y habían quedado en la calle por la decisión arbitraria de los dueños de estas industrias, la situación de estos trabajadores no es nada fácil. Primero no forman parte de la cogestión, por lo menos en lo inmediato, y segundo no tienen un vínculo que los una entre sí en el largo tiempo. El rol para el cual han sido convocados a esta historia no es novedoso, es el mismo que cumplen y han cumplido en los últimos doscientos años millones de hombres y mujeres en todo el mundo: vender su fuerza de trabajo en el mercado capitalista. En este marco, la organización de la cooperativa no es suficiente, es imprescindible el sindicato para que puedan defender sus derechos ante el patrón, que en este caso, para peor, es doble: el empresario y el Estado, y sirva, además, para terminar de forjar la unión entre ellos ante el objetivo común. Ya se ha planteado, no sabemos por quién, hacerle un contrato individual a cada trabajador, he ahí la primera batalla que debería encarar este sindicato: exigir una contratación colectiva que les garantice todos los derechos que les corresponden. Tarde o temprano comenzarán los choques con el empresario, es inevitable, capitalistas y trabajadores tienen intereses muy distintos, y en ese momento la existencia o no de un sindicato puede ser determinante para inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Otra unión que es fundamental, no sólo para ellos sino también para los trabajadores de las demás empresas cogestionarias, es la que debería vincular a todos estos trabajadores cogestionarios en torno a algún tipo de organización clasista que encauce y dé fuerza y coherencia a sus planteamientos. Sabemos que están ganados para esta idea y que la misma ya forma parte de sus discusiones.

En este momento, lo principal para los trabajadores de INVETEX, más allá de las tareas formales que deben realizar en el ámbito legal, es que comprendan que su posibilidad de victoria pasa por la imprescindible unión que deben forjar entre sí y con sus hermanos de clase. Su camino, como ya hemos dicho, no es fácil pero ya han dado varios pasos en el sentido correcto. Las condiciones externas para esta tarea, en el marco de la revolución bolivariana, también son ventajosas y pudieran ser mejores si se logra fortalecer la correlación de fuerzas que actualmente favorece a las masas revolucionarias. La labor nuestra es brindarles todo el apoyo necesario para que puedan lograrlo. Nuestros camaradas de INVETEX lo merecen.